abril 27, 2012

Una rapidita

Hace rato que no lo veía, a menudo pasaba frente a su local pero ya eran varias las veces que no lograba localizarlo. Tijeras que no era un hombre guapo pero tenia su "yo no se qué" mezcla de vulgaridad con peligro que a veces se nos mete entre ceja y ceja y no queremos dejar escapar.

Habrían pasado al menos 3 años desde una vez que me escribio un msm con una oferta indecente que en su momento rechacé. Pero que igual quedó dando vueltas en mi cabeza, en ambas cabezas. En su mensaje decía que aunque era flaco estaba muy bien dotado, y claro clavó la espinita en mi.

Cierto día de restricción vehicular de camino a mi casa vi una espalda ancha y una piel oscura, procuré caminar un poco más rápido y logré alcanzarlo. Si era Tijeras igual de flaco que siempre, con su cara de perro regañado y su inevitable vulgaridad mundana.

Después de charlar un rato me contó que había cambiado de local y que me invitaba a conocerlo, yo prometí entre apretones de manos que algún día pasaría a darle un vistazo. Y la verdad estaba decidido a echarle un buen ojo y algo más, aunque fuera con la única intención de quitarme la calentura.


Hará unos buenos días que andaba con una calentura terrible y no encontraba la forma de bajarla. Así que recordando la invitación de Tijeras decidí en mi hora de almuerzo visitar un restaurante cercano a su local, con la segunda intención de pasar a darle una vuelta a Tijeras despúes de almorzar.

Entré a conocer el local y obviamente me dirigí al lugar más oculto del mismo, empecé una conversación sin sentido respecto al lugar y la vigilancia, cuando advertí que Tijeras estaba más cerca de lo permitido y la verdad lo dejé avanzar, no se porque razón un beso suyo no estimulaba mi mente para nada entonces no lo dejé alcanzarme la boca. ël viendo mi gesto metió la mano entre mi pantalón y me encontró exitado de más.

Él sacó su gran instrumento que aún flácido asombraba, se masturbó y sorpresa monstruosa pero extrañamente no llamó mi atención, así que lo toqué un par de veces y decidí no poner mis manos más sobre aquel monstruo.

Pero mi exitación no retrocedía y Tijeras tampoco, así que se agachó y se metió en su boca mi picha visiblemente más pequeña que la de él, con su lengua y su boca calientes realizó un trabajo nada reprochable hasta que logró que me viniera, toda mi leche salió presurosa llenado su boca que aceptaba mi regalo sin protestar.

Él no quizo acabar, pero a mí me dejó exahusto. Me ayudó a limpiarme y salí corriendo pues mi tiempo de almuerzo terminaba.