agosto 26, 2011

Amor te telenovela

A primera vista sabían que eran el uno para el otro. La primera frase les sacó de toda duda, pensaban que el destino los había señalado y que se habían encontrado por casualidad entre millones, esa casualidades de una vez en la vida.

Luego de 15 minutos de charla se dirigieron a un hotelito cómodo a sudar un par de horas bajo el fragor de aquel amor tan grande que habían sentido. Ambos, obnibulados por ese encuentro tan escaso en estos días, habían sentido el escalofrío que sube por las piernas, las mariposas en el estómago y la satisfacción de verse correspondidos.

Aprovecharon que era un viernes cualquiera para, después de las horas en el hotel, ir al cine y a cenar. Decidieron que ese fin de semana sería el mejor de sus vidas, lo pasarían juntos, haciendo a un lado todas sus obligaciones y responsabilidades. Por la mañana del sábado ya se tiraban los polvos sin protección pues la noche anterior se habían jurado amor eterno y fidelidad imperecedera. Apenas 16 horas después de verse por primera vez en el boulebard de la avenida central conocían sus cuerpos como se conoce uno la palma de su mano y estaba satisfechos pero hambrientos de más.

Sábado por la noche directo para la disco, tomar, presentar a los amigos, explicar los motivos de la desaparición y dar detalles pícaros de cómo había sido aquel primer encuentro. Bailaron, tomaron y se divirtieron hasta que el sol les anunció que el domingo empezaba a clarear.

Regresar a casa juntos era maravilloso, una sensación de realización los unía en tibios besos por la calle aún desierta. Entrar a casa y besarse desaforadamente, meterse a la ducha juntos y entregarse completamente uno al otro bajo el agua tibia fue celestial. Luego a dormir para recuperar fuerzas y pasado el medio día salir a pasear el perro. Luego de 38 horas juntos sabían que el mundo no podría jamás separarlos.

La hora de la despedida fue terrible pero prometieron llamarse, verse al día siguiente y por qué no pasar unas cuantas noches más juntos, entregados a ese placer que sólo ellos sabían prodigarse.

Llegó el lunes y ninguno llamó. El martes fue imposible charlar más de tres minutos. El miércoles estaban viendo la posibilidad de irse de viaje a la playa. el jueves las llamadas cesaron y para el viernes la historia era pasado. No se llamaron más ni se encontraron por casualidad en el boulebard de la avenida central.

No hay comentarios: